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"Europa en el abismo, mientras Rusia avanza sin frenos"
La guerra en Ucrania ha llegado a un punto crítico. En la ciudad de Pokrovsk, en el territorio de la provincia de Donetsk, bajo control de Kiev, se libra una batalla terrestre cruenta y decisiva para el curso de la guerra entre Ucrania y Rusia. Las tropas rusas avanzan lentamente pero persistentemente por todo el frente, especialmente en la zona de Donbás, con el objetivo de completar el control de esta cuenca, cuya soberanía reivindica Putin como condición previa a cualquier negociación para un alto el fuego.
Con la atención internacional disminuida, Rusia ha recrudecido su ofensiva. Los días del este de Ucrania son un constante bombardeo de drones y proyectiles aéreos que arrasan viviendas a medianoche. La media se sitúa entre 200 y 300 impactos al mes, lo que obliga a cortar una arteria de comunicación por ferrocarril con Donbás, tras morir mil trabajadores de la compañía.
La situación es trágica. La ONU calculaba unos 13.800 civiles ucranios muertos y más de 35.000 heridos en agosto. Estimaciones estadounidenses cifran en medio millón de personas los muertos y heridos militares sumados de ambos bandos, aunque otras estimaciones lo elevan a un millón.
Europa no puede fiar la solución a la estrategia negociadora de Trump, que ha sido desastrosa desde el primer día. Guiada por la afinidad con Putin y la antipatía hacia Zelenski y la Unión Europea, siempre ha entregado la iniciativa a Moscú y practicó una falsa equidistancia que castiga a los aliados, los margina de las negociaciones y premia a quien debía ser su enemigo.
La exención húngara de la prohibición de compras de gas y petróleo es un regalo para Putin. Supone una demostración más de que Washington no es fiable. Se suma a la denegación de los misiles Tomahawk que Ucrania necesita para defenderse de la ofensiva aérea cada vez más intensa con la que Moscú pretende destruir sus infraestructuras energéticas y desmoralizar a la población.
El presidente de Estados Unidos ha incendiado irresponsablemente la opinión internacional con su pretensión de realizar ensayos de detonaciones nucleares. Como era de esperar, Putin ha entrado inmediatamente en la subasta, anunciando que no faltarán los ensayos rusos si los hay estadounidenses.
La exhibición del arma nuclear, aunque sea meramente verbal, solo aprovecha a quien las utiliza para obtener ventajas en la guerra convencional. Putin se enfunda con la retórica del apocalipsis para inhibir la ayuda militar de los aliados a Ucrania. Sacar a pasear la amenaza nuclear solo favorece a Putin.
Mientras tanto, en Ucrania, la muerte y la miseria siguen extendiéndose. Ambos países se preparan para una guerra de años que podría, cronificada a baja intensidad, continuar sin fin si se saca del foco internacional y baja la presión sobre Rusia.
La guerra en Ucrania ha llegado a un punto crítico. En la ciudad de Pokrovsk, en el territorio de la provincia de Donetsk, bajo control de Kiev, se libra una batalla terrestre cruenta y decisiva para el curso de la guerra entre Ucrania y Rusia. Las tropas rusas avanzan lentamente pero persistentemente por todo el frente, especialmente en la zona de Donbás, con el objetivo de completar el control de esta cuenca, cuya soberanía reivindica Putin como condición previa a cualquier negociación para un alto el fuego.
Con la atención internacional disminuida, Rusia ha recrudecido su ofensiva. Los días del este de Ucrania son un constante bombardeo de drones y proyectiles aéreos que arrasan viviendas a medianoche. La media se sitúa entre 200 y 300 impactos al mes, lo que obliga a cortar una arteria de comunicación por ferrocarril con Donbás, tras morir mil trabajadores de la compañía.
La situación es trágica. La ONU calculaba unos 13.800 civiles ucranios muertos y más de 35.000 heridos en agosto. Estimaciones estadounidenses cifran en medio millón de personas los muertos y heridos militares sumados de ambos bandos, aunque otras estimaciones lo elevan a un millón.
Europa no puede fiar la solución a la estrategia negociadora de Trump, que ha sido desastrosa desde el primer día. Guiada por la afinidad con Putin y la antipatía hacia Zelenski y la Unión Europea, siempre ha entregado la iniciativa a Moscú y practicó una falsa equidistancia que castiga a los aliados, los margina de las negociaciones y premia a quien debía ser su enemigo.
La exención húngara de la prohibición de compras de gas y petróleo es un regalo para Putin. Supone una demostración más de que Washington no es fiable. Se suma a la denegación de los misiles Tomahawk que Ucrania necesita para defenderse de la ofensiva aérea cada vez más intensa con la que Moscú pretende destruir sus infraestructuras energéticas y desmoralizar a la población.
El presidente de Estados Unidos ha incendiado irresponsablemente la opinión internacional con su pretensión de realizar ensayos de detonaciones nucleares. Como era de esperar, Putin ha entrado inmediatamente en la subasta, anunciando que no faltarán los ensayos rusos si los hay estadounidenses.
La exhibición del arma nuclear, aunque sea meramente verbal, solo aprovecha a quien las utiliza para obtener ventajas en la guerra convencional. Putin se enfunda con la retórica del apocalipsis para inhibir la ayuda militar de los aliados a Ucrania. Sacar a pasear la amenaza nuclear solo favorece a Putin.
Mientras tanto, en Ucrania, la muerte y la miseria siguen extendiéndose. Ambos países se preparan para una guerra de años que podría, cronificada a baja intensidad, continuar sin fin si se saca del foco internacional y baja la presión sobre Rusia.