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La pardela cenicienta se encuentra en peligro debido a la proliferación de luces nocturnas. Esta ave marina, que vive en las siete islas canarias y en Azores y Madeira, enfrenta numerosas amenazas como la destrucción del hábitat donde crían, depredadores como gatos, perros y ratas, interacción pesquera, los plásticos en el mar y la contaminación lumínica.
Su tamaño es impresionante, su longevidad supera los 30 años, su resistencia les permite volar entre 30.000 y 50.000 kilómetros al año y su canto resulta romántico. Sin embargo, debido a la creciente cantidad de luces en sus hábitats marinos, estos pájaros afrontan enormes problemas para encontrar su camino en el mar.
Las pardelas se lanzan desde la costa en un vuelo solitario y solo una vez que regresan a tierra tienen el derecho de aparearse. Una vez en el aire viven más de cuatro años hasta cuando el mes de febrero les hace comenzar el regreso a tierra, donde deben elegir su pareja.
El problema es grave y la mayoría mueren atropelladas por los vehículos que utilizan las luces para iluminar su camino. Se han hecho algunas huelgas, como las de Agaete y otras localidades, para que los conductores se pongan de acuerdo en no excederse con el uso de las luces.
Algunos ejemplos de estas iniciativas son las de la empresa Tagorock o del Cabildo, quienes han establecido acuerdos con las empresas locales. Por otro lado, están los ciudadanos que informan a las autoridades sobre cualquier avistamiento de pájaros extraviados.
Los trabajadores que ayudan a rescatar estas aves se dirigen al CRFS (Centro de Recuperación de Fauna Silvestre de Tafira), donde se cuidan y se vuelven a soltar. Una vez dentro del recinto, las aves ya no pueden volar por su tamaño y su falta de las alas adecuadas para volar en tierra.
La lucha contra la contaminación lumínica es la más grave de las amenazas que enfrenta esta especie. Marta Tapia alerta a los ciudadanos sobre el daño que esto le causa, no solo a los pájaros, sino también a los insectos y a la salud humana.
En las últimas semanas se han establecido algunas políticas para controlar el uso de luces en zonas sensibles. Por ejemplo, algunos barcos de las líneas de cruceros entraron en Agaete con sus luces apagadas, y varias empresas locales acordaron reducir la cantidad de iluminación en sus propiedades.
Sin embargo, todavía hay mucho que hacer para proteger a esta aves marinas.
Su tamaño es impresionante, su longevidad supera los 30 años, su resistencia les permite volar entre 30.000 y 50.000 kilómetros al año y su canto resulta romántico. Sin embargo, debido a la creciente cantidad de luces en sus hábitats marinos, estos pájaros afrontan enormes problemas para encontrar su camino en el mar.
Las pardelas se lanzan desde la costa en un vuelo solitario y solo una vez que regresan a tierra tienen el derecho de aparearse. Una vez en el aire viven más de cuatro años hasta cuando el mes de febrero les hace comenzar el regreso a tierra, donde deben elegir su pareja.
El problema es grave y la mayoría mueren atropelladas por los vehículos que utilizan las luces para iluminar su camino. Se han hecho algunas huelgas, como las de Agaete y otras localidades, para que los conductores se pongan de acuerdo en no excederse con el uso de las luces.
Algunos ejemplos de estas iniciativas son las de la empresa Tagorock o del Cabildo, quienes han establecido acuerdos con las empresas locales. Por otro lado, están los ciudadanos que informan a las autoridades sobre cualquier avistamiento de pájaros extraviados.
Los trabajadores que ayudan a rescatar estas aves se dirigen al CRFS (Centro de Recuperación de Fauna Silvestre de Tafira), donde se cuidan y se vuelven a soltar. Una vez dentro del recinto, las aves ya no pueden volar por su tamaño y su falta de las alas adecuadas para volar en tierra.
La lucha contra la contaminación lumínica es la más grave de las amenazas que enfrenta esta especie. Marta Tapia alerta a los ciudadanos sobre el daño que esto le causa, no solo a los pájaros, sino también a los insectos y a la salud humana.
En las últimas semanas se han establecido algunas políticas para controlar el uso de luces en zonas sensibles. Por ejemplo, algunos barcos de las líneas de cruceros entraron en Agaete con sus luces apagadas, y varias empresas locales acordaron reducir la cantidad de iluminación en sus propiedades.
Sin embargo, todavía hay mucho que hacer para proteger a esta aves marinas.