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En el Sant Jordi de Barcelona, Lady Gaga nos dejó sin aliento en su espectáculo único, una ópera pop que nunca olvidaremos. La superestrella capaz de emocionar a más de 53.000 'little monsters' se subió al escenario como una diosa de las tinieblas, rodeada de luces rojas y un ejército de seguidores entusiastas.
La setlist de Gaga fue una trinidad mística que nos transportó a un mundo de María Magdalena, brujas y traidores. Desde el trance electrónico 'Bloody Mary' hasta la más dura e industrial 'Scheibe', cada canción era una obra maestra que nos dejaba sin aliento. La propia Gaga se transformó en una figura operística, con un virtuosismo que solo ella es capaz de ofrecer.
El espectáculo fue una catedral gótica-cabaretera que nos rodeó con su barroco vestido de terciopelo rojo sangre y una estructura de cinco metros. Las coreografías olímpicas fueron un primer acto de infarto, con Gaga bailando como si hubiera nacido para ese momento. La voz poderosa la llevó a cantar 'Shallow' subida en una góndola entre la bruma y vestida cual carnaval veneciano.
La gira de Lady Gaga ha sido un tour de force que demuestra por qué está en uno de los mejores momentos de su carrera. Con casi 90 conciertos por todo el globo, la superestrella fusiona ópera, burlesque, electrónica y pop de manera descabellada. La actitud y la voz que solo ella es capaz de ofrecer nos dejaron sin aliento.
La noche terminó con 'Bad Romance', el hit que la consolidó, y una sorpresa final: 'Perfect Illusion'. La fantasía Gaga se desvaneció, revelando una figura más humana y sencilla. La verdadera pirotecnia fue ella misma, una ilusión que devuelve la fe en los monstruos.
En resumen, la noche de Lady Gaga en el Sant Jordi fue una experiencia única que nunca olvidaremos. Su actuación nos dejó sin aliento, con un concierto que fusiona ópera, burlesque y electrónica de manera descabellada. La superestrella capaz de emocionar a más de 53.000 'little monsters' se subió al escenario como una diosa de las tinieblas, y nos dejó con la boca abierta.
La setlist de Gaga fue una trinidad mística que nos transportó a un mundo de María Magdalena, brujas y traidores. Desde el trance electrónico 'Bloody Mary' hasta la más dura e industrial 'Scheibe', cada canción era una obra maestra que nos dejaba sin aliento. La propia Gaga se transformó en una figura operística, con un virtuosismo que solo ella es capaz de ofrecer.
El espectáculo fue una catedral gótica-cabaretera que nos rodeó con su barroco vestido de terciopelo rojo sangre y una estructura de cinco metros. Las coreografías olímpicas fueron un primer acto de infarto, con Gaga bailando como si hubiera nacido para ese momento. La voz poderosa la llevó a cantar 'Shallow' subida en una góndola entre la bruma y vestida cual carnaval veneciano.
La gira de Lady Gaga ha sido un tour de force que demuestra por qué está en uno de los mejores momentos de su carrera. Con casi 90 conciertos por todo el globo, la superestrella fusiona ópera, burlesque, electrónica y pop de manera descabellada. La actitud y la voz que solo ella es capaz de ofrecer nos dejaron sin aliento.
La noche terminó con 'Bad Romance', el hit que la consolidó, y una sorpresa final: 'Perfect Illusion'. La fantasía Gaga se desvaneció, revelando una figura más humana y sencilla. La verdadera pirotecnia fue ella misma, una ilusión que devuelve la fe en los monstruos.
En resumen, la noche de Lady Gaga en el Sant Jordi fue una experiencia única que nunca olvidaremos. Su actuación nos dejó sin aliento, con un concierto que fusiona ópera, burlesque y electrónica de manera descabellada. La superestrella capaz de emocionar a más de 53.000 'little monsters' se subió al escenario como una diosa de las tinieblas, y nos dejó con la boca abierta.