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En las calles de Dublín se desató un infierno de violencia tras la presunta agresión sexual a una niña de 10 años, originada en un delito que podría haber sido utilizado como arma para sembrar la discordia entre la sociedad irlandesa. Una protesta antiinmigración cayó en caos cuando los manifestantes se dirigieron al hotel Citywest, donde se alojan solicitantes de asilo, incluyendo a un joven africano de 26 años acusado de ser el presunto autor de la agresión.
La policía irlandesa, con la Garda como su nombre oficial, tuvo que enfrentar una noche de disturbios intensos y violentos cuando los manifestantes se congregaron frente al hotel. La protesta se ganó violencia y pronto los agentes tuvieron que realizar cargas contra los encapuchados, quienes incendiaron un vehículo policial y lanzaron objetos contundentes contra la fuerza pública. También destrozaron mobiliario urbano y lanzaron fuegos artificiales en el aire.
En el centro de la escena estaban algunos manifestantes montados a caballo, con sus rostros cubiertos con pasamontañas y la bandera irlandesa, lo que denota la radicalización de los grupos que participan en estos tipo de protestas. La policía intentó dispersar a los manifestantes utilizando gas pimienta, pero el efecto fue efímero y los disturbios continuaron.
La Garda ha asegurado que la violencia demostrada por los manifestantes fue brutal y que el objetivo era intimidar y causar lesiones. Los agentes enfrentaron ataques constantes durante toda la noche, incluyendo lanzamiento de ladrillos y fuegos artificiales contra ellos.
La agresión sexual contra una niña de 10 años se convirtió en un escándalo político tras los medios irlandeses que acusaron al joven africano de ser el presunto autor del delito. El ministro de Justicia, Jim O' Callaghan, ha condenado la protesta y ha asegurado que dará lugar a una respuesta contundente por parte de la fuerza pública.
Sin embargo, la cuestión sigue sin resolverse: ¿cómo se puede justificar la violencia en un delito como este? ¿Y cómo se puede utilizar el racismo para manipular a la opinión pública y sembrar discordia entre los ciudadanos irlandeses? La respuesta es clara: no se justifica ni se acepta.
La policía irlandesa, con la Garda como su nombre oficial, tuvo que enfrentar una noche de disturbios intensos y violentos cuando los manifestantes se congregaron frente al hotel. La protesta se ganó violencia y pronto los agentes tuvieron que realizar cargas contra los encapuchados, quienes incendiaron un vehículo policial y lanzaron objetos contundentes contra la fuerza pública. También destrozaron mobiliario urbano y lanzaron fuegos artificiales en el aire.
En el centro de la escena estaban algunos manifestantes montados a caballo, con sus rostros cubiertos con pasamontañas y la bandera irlandesa, lo que denota la radicalización de los grupos que participan en estos tipo de protestas. La policía intentó dispersar a los manifestantes utilizando gas pimienta, pero el efecto fue efímero y los disturbios continuaron.
La Garda ha asegurado que la violencia demostrada por los manifestantes fue brutal y que el objetivo era intimidar y causar lesiones. Los agentes enfrentaron ataques constantes durante toda la noche, incluyendo lanzamiento de ladrillos y fuegos artificiales contra ellos.
La agresión sexual contra una niña de 10 años se convirtió en un escándalo político tras los medios irlandeses que acusaron al joven africano de ser el presunto autor del delito. El ministro de Justicia, Jim O' Callaghan, ha condenado la protesta y ha asegurado que dará lugar a una respuesta contundente por parte de la fuerza pública.
Sin embargo, la cuestión sigue sin resolverse: ¿cómo se puede justificar la violencia en un delito como este? ¿Y cómo se puede utilizar el racismo para manipular a la opinión pública y sembrar discordia entre los ciudadanos irlandeses? La respuesta es clara: no se justifica ni se acepta.