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"Diez lecciones de Henry David Thoreau para vivir mejor en el siglo XXI: 'Todo lo bueno es salvaje'"
En una era donde la humanidad se encuentra a punto de entrar en una crisis climática, políticas y social, la figura de Henry David Thoreau puede ser vista como un verdadero precursor a la conciencia sostenible. Su obra "Walden" sigue siendo una invitación pacífica a la resistencia, a pensar por uno mismo y actuar en consecuencia.
La primera lección es la importancia de inmersión en la naturaleza. Thoreau se funde con la naturaleza, se siente una parte minúscula del ecosistema de seres vivos; y esto, lejos de deprimirlo, lo reanima, le da un nuevo sentido a la existencia efímera humana.
La segunda lección es la frugalidad y el decrecimiento. Thoreau recuerda que aprender a desprenderse de lo accesorio, de cualquier necesidad creada de manera artificial que solo le añade cargas, es una enseñanza valiosa para vivir mejor en el siglo XXI.
La tercera lección es la autosuficiencia. La máxima de Virginia Woolf sobre las mujeres y la habitación propia se puede aplicar a cualquier ámbito: para ser libre e independiente de verdad, se necesita autonomía económica. Thoreau lo lleva al extremo de construir su propia casa y cultivar su propia comida.
La cuarta lección es el trabajo manual. Thoreau cultivaba su propio huerto; nada como tocar la tierra con las manos, plantar las semillas, regarlas y cuidar las plantas hasta que den fruto para tomar conciencia de los ciclos de la naturaleza y aprender a valorar lo que tenemos.
La quinta lección es el cultivo interior. Thoreau necesitaba lectura y escritura para su naturaleza; leer, escribir, formarse de manera autodidacta son inherentes a su naturaleza, necesita tanto ese estímulo intelectual que proporcionan los libros como el posterior detenimiento para pensar, para ahondar en lo leído.
La sexta lección es la convivencia entre el logos y el mythos. Thoreau se opone a la división del pensamiento racional frente a las creencias tradicionales; integra creencias de diferentes culturas para enriquecer su perspectiva.
La séptima lección es mayor consumo de vegetales. Thoreau incrementa la ingesta de alimentos de origen vegetal, en gran medida por su conexión con la naturaleza y como resultado del cultivo del huerto.
La octava lección es amistad. Thoreau nunca pretendió convertirse en ermitaño ad infinitum; invitaba a amigos a su modesta morada, era un anfitrión atento y le gustaba conversar con los visitantes.
La novena lección es la aceptación de la fragilidad humana. Thoreau se acepta como parte del ecosistema de seres vivos; una aceptación armónica que puede ayudar a asimilar mejor las despedidas y terminar nuestros días más tranquilos.
La décima lección es la valentía de seguir el camino propio. Thoreau promueve una manera de hacer que revela la importancia del pensamiento independiente: estar más atento, no dejarse llevar por la corriente, meditar cada decisión para asegurarse de que está alineada con nuestros principios y no es producto de lo que el sistema trata de inocularnos.
En una era donde la humanidad se encuentra a punto de entrar en una crisis climática, políticas y social, la figura de Henry David Thoreau puede ser vista como un verdadero precursor a la conciencia sostenible. Su obra "Walden" sigue siendo una invitación pacífica a la resistencia, a pensar por uno mismo y actuar en consecuencia.
La primera lección es la importancia de inmersión en la naturaleza. Thoreau se funde con la naturaleza, se siente una parte minúscula del ecosistema de seres vivos; y esto, lejos de deprimirlo, lo reanima, le da un nuevo sentido a la existencia efímera humana.
La segunda lección es la frugalidad y el decrecimiento. Thoreau recuerda que aprender a desprenderse de lo accesorio, de cualquier necesidad creada de manera artificial que solo le añade cargas, es una enseñanza valiosa para vivir mejor en el siglo XXI.
La tercera lección es la autosuficiencia. La máxima de Virginia Woolf sobre las mujeres y la habitación propia se puede aplicar a cualquier ámbito: para ser libre e independiente de verdad, se necesita autonomía económica. Thoreau lo lleva al extremo de construir su propia casa y cultivar su propia comida.
La cuarta lección es el trabajo manual. Thoreau cultivaba su propio huerto; nada como tocar la tierra con las manos, plantar las semillas, regarlas y cuidar las plantas hasta que den fruto para tomar conciencia de los ciclos de la naturaleza y aprender a valorar lo que tenemos.
La quinta lección es el cultivo interior. Thoreau necesitaba lectura y escritura para su naturaleza; leer, escribir, formarse de manera autodidacta son inherentes a su naturaleza, necesita tanto ese estímulo intelectual que proporcionan los libros como el posterior detenimiento para pensar, para ahondar en lo leído.
La sexta lección es la convivencia entre el logos y el mythos. Thoreau se opone a la división del pensamiento racional frente a las creencias tradicionales; integra creencias de diferentes culturas para enriquecer su perspectiva.
La séptima lección es mayor consumo de vegetales. Thoreau incrementa la ingesta de alimentos de origen vegetal, en gran medida por su conexión con la naturaleza y como resultado del cultivo del huerto.
La octava lección es amistad. Thoreau nunca pretendió convertirse en ermitaño ad infinitum; invitaba a amigos a su modesta morada, era un anfitrión atento y le gustaba conversar con los visitantes.
La novena lección es la aceptación de la fragilidad humana. Thoreau se acepta como parte del ecosistema de seres vivos; una aceptación armónica que puede ayudar a asimilar mejor las despedidas y terminar nuestros días más tranquilos.
La décima lección es la valentía de seguir el camino propio. Thoreau promueve una manera de hacer que revela la importancia del pensamiento independiente: estar más atento, no dejarse llevar por la corriente, meditar cada decisión para asegurarse de que está alineada con nuestros principios y no es producto de lo que el sistema trata de inocularnos.