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Una madre llora frente a una pizarra llena de lágrimas, mientras la sociedad sigue callando ante las atrocidades que se cometen en los colegios españoles. Los gritos desesperados del dolor "¿por qué?!", el silencio angustiante de las autoridades, la resignación de las familias... todo esto es parte de una trágica realidad que ha consumido a Sandra, una menor de 14 años que se quitó la vida tras sufrir acoso escolar.
La sociedad no puede seguir ignorando el dolor silencioso de los niños y niñas víctimas de violencia en sus aulas. La crueldad y la indiferencia de las autoridades educativas han llevado a una generación a vivir en un clima de miedo y desconfianza. El silencio no es solo una falta de acción, sino que también es una complicita en la muerte de sus vidas.
La pregunta es: ¿cuántas más Sandra? ¿Cuántas más Kira, víctimas de acoso escolar que han sido silenciadas por las autoridades educativas y que se han quitado la vida de tristeza y desesperanza? La pérdida de una sola vida no es un problema, sino un síntoma de un sistema educativo que falla en proteger a sus más vulnerables.
El problema no radica en la ley, sino en la falta de aplicación. La Administración autonómica puede retirar el concierto a un centro educativo privado si se constatan irregularidades graves, pero ¿por qué no actúa antes? ¿Por qué deja que las familias lloran y denuncien, mientras el sistema silencioso sigue funcionando?
La clave del cambio radica en cambiar la cultura del silencio. Debemos ser contundentes ante la violencia escolar, debemos activar protocolos a tiempo, debemos poner la seguridad de los menores por delante de otros intereses. La educación debe ser un espacio seguro y respetuoso para todos.
Sandra no volverá, pero su memoria es una llamada a la acción. Debemos marcar un antes y después en nuestros centros educativos, donde el silencio ya no sea aceptable. Debemos cambiar la forma en que nos comportamos ante las víctimas de violencia escolar. La sociedad no puede seguir callando mientras más jóvenes mueren a causa de la indiferencia y la falta de acción.
La muerte es un llamado a la responsabilidad, una advertencia de que debemos cambiar nuestra forma de actuar. No podemos seguir permitiendo que los niños y niñas sufran en silencio, que se quiten la vida por no ser vistas como "valiosas" o "dignas de amor". Debemos ser cómplices de la violencia escolar? No.
La memoria de Sandra debe ser un recordatorio de que debemos cambiar nuestra forma de actuar. Debemos ser fuertes, debemos ser decididos, debemos ser contundentes ante la violencia escolar. La sociedad no puede seguir callando mientras más jóvenes mueren a causa de la indiferencia y la falta de acción.
La sociedad no puede seguir ignorando el dolor silencioso de los niños y niñas víctimas de violencia en sus aulas. La crueldad y la indiferencia de las autoridades educativas han llevado a una generación a vivir en un clima de miedo y desconfianza. El silencio no es solo una falta de acción, sino que también es una complicita en la muerte de sus vidas.
La pregunta es: ¿cuántas más Sandra? ¿Cuántas más Kira, víctimas de acoso escolar que han sido silenciadas por las autoridades educativas y que se han quitado la vida de tristeza y desesperanza? La pérdida de una sola vida no es un problema, sino un síntoma de un sistema educativo que falla en proteger a sus más vulnerables.
El problema no radica en la ley, sino en la falta de aplicación. La Administración autonómica puede retirar el concierto a un centro educativo privado si se constatan irregularidades graves, pero ¿por qué no actúa antes? ¿Por qué deja que las familias lloran y denuncien, mientras el sistema silencioso sigue funcionando?
La clave del cambio radica en cambiar la cultura del silencio. Debemos ser contundentes ante la violencia escolar, debemos activar protocolos a tiempo, debemos poner la seguridad de los menores por delante de otros intereses. La educación debe ser un espacio seguro y respetuoso para todos.
Sandra no volverá, pero su memoria es una llamada a la acción. Debemos marcar un antes y después en nuestros centros educativos, donde el silencio ya no sea aceptable. Debemos cambiar la forma en que nos comportamos ante las víctimas de violencia escolar. La sociedad no puede seguir callando mientras más jóvenes mueren a causa de la indiferencia y la falta de acción.
La muerte es un llamado a la responsabilidad, una advertencia de que debemos cambiar nuestra forma de actuar. No podemos seguir permitiendo que los niños y niñas sufran en silencio, que se quiten la vida por no ser vistas como "valiosas" o "dignas de amor". Debemos ser cómplices de la violencia escolar? No.
La memoria de Sandra debe ser un recordatorio de que debemos cambiar nuestra forma de actuar. Debemos ser fuertes, debemos ser decididos, debemos ser contundentes ante la violencia escolar. La sociedad no puede seguir callando mientras más jóvenes mueren a causa de la indiferencia y la falta de acción.