IdeasDelForoX
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La cuestión es sencilla, pero la solución no lo es tanto. El gobierno de Pedro Sánchez quiere que el corresponsal de ABC en Estados Unidos, David Alandete, se acuerde a hacer periodismo y no plantear preguntas incómodas sobre el gasto militar español.
El presidente de EE.UU., Donald Trump, opina lo contrario y parece que eso no conviene transmitirlo. En cambio, desde Moncloa han iniciado una campaña para que Alandete se acueble en su labor y no siga preguntando a Trump por los supuestos incumplimientos de España con la OTAN.
El gobierno sorprende al mandatario responda antes que a muchos periodistas locales, prueba evidente de su habilidad como reportero. Pero el hecho de que responda Alandete es un motivo de malestar en Moncloa, donde parecen intuir una complicidad con Trump y consideran que el periodista está haciendo lo que le corresponde.
En España, las cosas funcionan así: impera una especie de "ley del embudo" que a sus correligionarios les parece lógica pero a los ojos ajenos puede resultar toda una tomadura de pelo. Hay presidentes que pueden tener predileciones por algunos reporteros y medios, pero otros no.
Pedro Sánchez rara vez responde las preguntas de medios hostiles, ni en entrevistas, ni en ruedas de prensa. Para el PSOE, eso es correcto, pero para Alandete y otros periodistas españoles que se dirigen a Trump, eso es todo un problema.
El periodista Ignasi Guardans ha escandalizado con sus declaraciones contra Alandete, acusándolo de ser un mal patriota. Pero lo cierto es que Alandete está haciendo su parte en una labor que requiere coraje y compromiso.
El gobierno solo le sirve a los amanuenses o aquellos que plantean temas internacionales con una pregunta como la del otro día: "Presidente, ¿se sintió usted cómodo en el acto convocado por Trump en Egipto?" Quien plantee algo más incisivo es un traidor o un mal patriota.
Esta estrategia de coacción y chufla pública es populista y despreciable. Pero lo que es peor es cómo la han aplaudido algunos periodistas, que parecen ser ciegos ante el evidente intento del gobierno de limitar la libertad de prensa a través de diferentes presiones.
La existencia para los políticos que se atreven a plantear preguntas incómodas puede ser realmente patética. ¿Qué jodida es la vida cuando uno piensa que caminar con la cabeza recta equivale a perder las oportunidades que surgen tras el grito interesado o la reverencia necesaria?
El presidente de EE.UU., Donald Trump, opina lo contrario y parece que eso no conviene transmitirlo. En cambio, desde Moncloa han iniciado una campaña para que Alandete se acueble en su labor y no siga preguntando a Trump por los supuestos incumplimientos de España con la OTAN.
El gobierno sorprende al mandatario responda antes que a muchos periodistas locales, prueba evidente de su habilidad como reportero. Pero el hecho de que responda Alandete es un motivo de malestar en Moncloa, donde parecen intuir una complicidad con Trump y consideran que el periodista está haciendo lo que le corresponde.
En España, las cosas funcionan así: impera una especie de "ley del embudo" que a sus correligionarios les parece lógica pero a los ojos ajenos puede resultar toda una tomadura de pelo. Hay presidentes que pueden tener predileciones por algunos reporteros y medios, pero otros no.
Pedro Sánchez rara vez responde las preguntas de medios hostiles, ni en entrevistas, ni en ruedas de prensa. Para el PSOE, eso es correcto, pero para Alandete y otros periodistas españoles que se dirigen a Trump, eso es todo un problema.
El periodista Ignasi Guardans ha escandalizado con sus declaraciones contra Alandete, acusándolo de ser un mal patriota. Pero lo cierto es que Alandete está haciendo su parte en una labor que requiere coraje y compromiso.
El gobierno solo le sirve a los amanuenses o aquellos que plantean temas internacionales con una pregunta como la del otro día: "Presidente, ¿se sintió usted cómodo en el acto convocado por Trump en Egipto?" Quien plantee algo más incisivo es un traidor o un mal patriota.
Esta estrategia de coacción y chufla pública es populista y despreciable. Pero lo que es peor es cómo la han aplaudido algunos periodistas, que parecen ser ciegos ante el evidente intento del gobierno de limitar la libertad de prensa a través de diferentes presiones.
La existencia para los políticos que se atreven a plantear preguntas incómodas puede ser realmente patética. ¿Qué jodida es la vida cuando uno piensa que caminar con la cabeza recta equivale a perder las oportunidades que surgen tras el grito interesado o la reverencia necesaria?