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La cumbre del clima de Brasil, que se celebra en Belém entre el 10 y el 21 de noviembre, es uno de los eventos más importantes de la última década sobre política climática. Después de una cumbre de líderes donde jefes de estado de todo el mundo se han movilizado hasta la ciudad brasileña a orillas del Amazonas para reafirmar su compromiso con el planeta, diplomáticos de todo el mundo se reunirán para poner en marcha las negociaciones en sí de esta cumbre.
Todo apunta a que este encuentro será especialmente complejo y que las conversaciones girarán entre la urgencia de un planeta en llamas y la frustración frente al bloqueo de países como Estados Unidos, bajo el mandato del presidente Donald Trump, que retiróse del Acuerdo de París y otros compromisos climáticos globales.
La elección de Belém como sede de las cumbres del clima se decidió siguiendo un criterio rotatorio entre cinco regiones del globo. La candidatura brasileña fue la que sumó más consensos, y el gobierno de Lula planeó celebrar la cumbre en esta ciudad desde un principio como una forma de acercar el debate climático a una zona natural en peligro.
Este año, la cumbre del clima reunirá a ministros, diplomáticos y representantes institucionales de los 197 países que forman parte de la Convención Marco de Naciones Unidas sobre Cambio Climático. España contará con un amplio equipo de negociadores encabezado por Sara Aagesen y Elena Pita.
Este año todo apunta a que las negociaciones girarán en torno a tres ejes: acelerar la reducción global de emisiones, políticas globales de adaptación frente a extremos climáticos y cómo movilizar fondos para ayudar a los países del sur global a hacer frente al caos climático.
Durante la cumbre del clima de Brasil se esperan varias plataformas de debate. Habrá negociaciones diplomáticas oficiales que, si todo va bien, desembocarán en el acuerdo final de Belém. También habrá espacio para tejer alianzas multilaterales en ámbitos como la energía y la conservación de la biodiversidad.
La cumbre de Brasil se convertirá en la plataforma de lanzamiento de compromisos sectoriales en ámbitos como la alimentación, la descarbonización del transporte y el sector financiero.
Todo apunta a que este encuentro será especialmente complejo y que las conversaciones girarán entre la urgencia de un planeta en llamas y la frustración frente al bloqueo de países como Estados Unidos, bajo el mandato del presidente Donald Trump, que retiróse del Acuerdo de París y otros compromisos climáticos globales.
La elección de Belém como sede de las cumbres del clima se decidió siguiendo un criterio rotatorio entre cinco regiones del globo. La candidatura brasileña fue la que sumó más consensos, y el gobierno de Lula planeó celebrar la cumbre en esta ciudad desde un principio como una forma de acercar el debate climático a una zona natural en peligro.
Este año, la cumbre del clima reunirá a ministros, diplomáticos y representantes institucionales de los 197 países que forman parte de la Convención Marco de Naciones Unidas sobre Cambio Climático. España contará con un amplio equipo de negociadores encabezado por Sara Aagesen y Elena Pita.
Este año todo apunta a que las negociaciones girarán en torno a tres ejes: acelerar la reducción global de emisiones, políticas globales de adaptación frente a extremos climáticos y cómo movilizar fondos para ayudar a los países del sur global a hacer frente al caos climático.
Durante la cumbre del clima de Brasil se esperan varias plataformas de debate. Habrá negociaciones diplomáticas oficiales que, si todo va bien, desembocarán en el acuerdo final de Belém. También habrá espacio para tejer alianzas multilaterales en ámbitos como la energía y la conservación de la biodiversidad.
La cumbre de Brasil se convertirá en la plataforma de lanzamiento de compromisos sectoriales en ámbitos como la alimentación, la descarbonización del transporte y el sector financiero.