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Un buque portacontenedores chino ha logrado un hito en el comercio internacional al completar el primer trayecto comercial directo entre China y Europa a través del Ártico. La embarcación, llamada Istanbul Bridge, zarpó del puerto de Ningbo y después de 26 días de navegación llegó al puerto polaco de Gdansk, pasando por el estrecho de Bering y bordeando la costa siberiana sin tocar territorio ruso.
Esto forma parte de la ambiciosa estrategia china conocida como la "Ruta de la Seda Ártica", una extensión de su iniciativa global Belt and Road. El objetivo es claro: consolidar una vía comercial más rápida, segura y menos expuesta a los conflictos geopolíticos que afectan a las rutas como el Mar Rojo o el canal de Panamá.
La empresa Sea Legend, responsable del viaje, ha anunciado su intención de establecer rutas regulares durante los meses cálidos a partir de 2026, con la esperanza de ampliar la operatividad incluso al invierno en el futuro. Además, sostiene que esta vía podría reducir significativamente las emisiones de CO2: un 30% menos que la ruta de Suez y hasta un 50% en comparación con la que rodea África.
Sin embargo, los desafíos no son menores. Las condiciones extremas del Ártico —baja visibilidad, temperaturas gélidas y presencia de icebergs— suponen riesgos considerables. A esto se suman las preocupaciones medioambientales, como el impacto del hollín sobre el hielo, que acelera su deshielo, y las tensiones geopolíticas con Rusia, que podría ver con recelo la creciente presencia china en una región que considera estratégica.
Esto forma parte de la ambiciosa estrategia china conocida como la "Ruta de la Seda Ártica", una extensión de su iniciativa global Belt and Road. El objetivo es claro: consolidar una vía comercial más rápida, segura y menos expuesta a los conflictos geopolíticos que afectan a las rutas como el Mar Rojo o el canal de Panamá.
La empresa Sea Legend, responsable del viaje, ha anunciado su intención de establecer rutas regulares durante los meses cálidos a partir de 2026, con la esperanza de ampliar la operatividad incluso al invierno en el futuro. Además, sostiene que esta vía podría reducir significativamente las emisiones de CO2: un 30% menos que la ruta de Suez y hasta un 50% en comparación con la que rodea África.
Sin embargo, los desafíos no son menores. Las condiciones extremas del Ártico —baja visibilidad, temperaturas gélidas y presencia de icebergs— suponen riesgos considerables. A esto se suman las preocupaciones medioambientales, como el impacto del hollín sobre el hielo, que acelera su deshielo, y las tensiones geopolíticas con Rusia, que podría ver con recelo la creciente presencia china en una región que considera estratégica.