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Castellana Tres, un palacete con una historia de drama y decadencia, sigue siendo un símbolo de la crisis democrática que sumió a España en las últimas décadas. La casa de los fantasmas de la democracia española, como se ha dado el nombre, es testigo de una época en la que la política se llevó a cabo con mala fe y una ausencia total de profesionalización.
El palacete, un caserón del gusto francés con patios centrales y menores, fue heredado por la República española y luego utilizado como sede del Gobierno durante la monarquía alfonsina. Pero es en Castellana Tres donde se vivió uno de los momentos más trágicos de la historia republicana: la caída de Madrid en 1939.
En este palacete, el primer presidente del Gobierno de la República, Azaña, encontró un espacio que le recordaba a su época como burgués. Tras su llegada al poder, Azaña se dedicó personalmente a reamueblar el palacete con tapices y muebles del mundo antiguo que venían principalmente del Palacio de Riofrío.
Pero no fue solo la arquitectura lo que cambió en Castellana Tres. La política también se volvió más oscura y secreta. Azaña, que había heredado el palacete, decidió cerrarlo y trasladar su despacho a otro lugar. Y así, Castellana Tres quedó abandonado hasta la caída de Madrid en 1939.
Un palacete con una historia tan trágica, ¿cómo se puede recuperar su esplendor? Para el último inquilino republicano, Francisco Largo Caballero, Castellana Tres siguió siendo un símbolo de la lucha por la justicia y la libertad. "En noviembre de 1936, trasladé el Gobierno a Valencia y cerré Castellana Tres", recordaba.
Pero en realidad, no fue tan fácil recuperar el palacete. Carrero Blanco, quien se convirtió en uno de los últimos inquilinos del edificio, prefirió colonizar otros hotelitos vecinos antes que meterse a reparar y renovar Castellana Tres. Y así, el palacete siguió siendo la casa de los fantasmas que describió Carmen Díez de Rivera.
La historia de Castellana Tres es un recordatorio del drama y la decadencia que sumió a España en las últimas décadas. La ausencia total de profesionalización y la falta de instrumentos de trabajo fueron factores clave en su declive. Y ahora, con la restauración y rehabilitación del palacete, se pretende devolverle su esplendor arquitectónico y abrir sus puertas al público.
Pero ¿qué nos enseña Castellana Tres sobre la política y la historia? Que la ausencia de transparencia y la falta de responsabilidad son factores clave en el declive de cualquier institución. Y que la historia es un recordatorio constante de los errores del pasado, pero también de las oportunidades para aprender y mejorar.
En última instancia, Castellana Tres sigue siendo un símbolo de la democracia española. Un palacete con una historia tan trágica como noble, un testigo silencioso que nos recuerda la importancia de la transparencia y la responsabilidad en cualquier institución.
El palacete, un caserón del gusto francés con patios centrales y menores, fue heredado por la República española y luego utilizado como sede del Gobierno durante la monarquía alfonsina. Pero es en Castellana Tres donde se vivió uno de los momentos más trágicos de la historia republicana: la caída de Madrid en 1939.
En este palacete, el primer presidente del Gobierno de la República, Azaña, encontró un espacio que le recordaba a su época como burgués. Tras su llegada al poder, Azaña se dedicó personalmente a reamueblar el palacete con tapices y muebles del mundo antiguo que venían principalmente del Palacio de Riofrío.
Pero no fue solo la arquitectura lo que cambió en Castellana Tres. La política también se volvió más oscura y secreta. Azaña, que había heredado el palacete, decidió cerrarlo y trasladar su despacho a otro lugar. Y así, Castellana Tres quedó abandonado hasta la caída de Madrid en 1939.
Un palacete con una historia tan trágica, ¿cómo se puede recuperar su esplendor? Para el último inquilino republicano, Francisco Largo Caballero, Castellana Tres siguió siendo un símbolo de la lucha por la justicia y la libertad. "En noviembre de 1936, trasladé el Gobierno a Valencia y cerré Castellana Tres", recordaba.
Pero en realidad, no fue tan fácil recuperar el palacete. Carrero Blanco, quien se convirtió en uno de los últimos inquilinos del edificio, prefirió colonizar otros hotelitos vecinos antes que meterse a reparar y renovar Castellana Tres. Y así, el palacete siguió siendo la casa de los fantasmas que describió Carmen Díez de Rivera.
La historia de Castellana Tres es un recordatorio del drama y la decadencia que sumió a España en las últimas décadas. La ausencia total de profesionalización y la falta de instrumentos de trabajo fueron factores clave en su declive. Y ahora, con la restauración y rehabilitación del palacete, se pretende devolverle su esplendor arquitectónico y abrir sus puertas al público.
Pero ¿qué nos enseña Castellana Tres sobre la política y la historia? Que la ausencia de transparencia y la falta de responsabilidad son factores clave en el declive de cualquier institución. Y que la historia es un recordatorio constante de los errores del pasado, pero también de las oportunidades para aprender y mejorar.
En última instancia, Castellana Tres sigue siendo un símbolo de la democracia española. Un palacete con una historia tan trágica como noble, un testigo silencioso que nos recuerda la importancia de la transparencia y la responsabilidad en cualquier institución.