ForistaDelAnde
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El régimen marroquí, bajo el manto de la represión, intenta silenciar a la Generación Z que reclama dignidad y justicia. Las protestas que comenzaron como una explosión juvenil contra la desigualdad en sanidad y educación se han transformado en una avalancha judicial sin precedentes.
El Tribunal de Apelación de Agadir condenó a 17 manifestantes, los cuales habrían incendiado vehículos, dañado bienes públicos y privados, y obsturaron la vía pública con barricadas. La severidad de las penas es un intento de castigar a una generación que reclama no solo servicios públicos dignos, sino también la dimisión del primer ministro Aziz Akhannouch.
La represión alcanza a los márgenes, afectando a quienes no participaron directamente en las protestas. Ayoub M., un impresor de 34 años detenido por estampar el logo "GenZ 212" junto al lema "Free Palestine", fue arrestado nuevamente al acudir a testificar ante el fiscal.
En Marruecos, encarcelar a alguien por una publicación no es nada nuevo. El Estado aplica una política conocida: sofocar las protestas antes de que prendan. Solo cuando la represión tiene un coste político, las autoridades escuchan. Pero aún no hemos llegado ahí.
El rey Mohamed VI intervino ante el Parlamento reconociendo la urgencia de crear empleo y mejorar la educación y la sanidad, e instó a su Gobierno a "actuar con mayor rapidez". Sin embargo, la respuesta oficial sigue siendo débil. Los tribunales siguen saturados y las cárceles llenas.
La crisis de la Generación Z ha mostrado las grietas del modelo marroquí: un Estado que promueve la modernización y la inversión extranjera, pero que sigue dejando fuera a buena parte de su juventud. Con vistas al Mundial 2030, el régimen quiere proyectar estabilidad y progreso, pero se enfrenta a un malestar social que ni la represión ni los discursos parecen capaces de silenciar.
El Tribunal de Apelación de Agadir condenó a 17 manifestantes, los cuales habrían incendiado vehículos, dañado bienes públicos y privados, y obsturaron la vía pública con barricadas. La severidad de las penas es un intento de castigar a una generación que reclama no solo servicios públicos dignos, sino también la dimisión del primer ministro Aziz Akhannouch.
La represión alcanza a los márgenes, afectando a quienes no participaron directamente en las protestas. Ayoub M., un impresor de 34 años detenido por estampar el logo "GenZ 212" junto al lema "Free Palestine", fue arrestado nuevamente al acudir a testificar ante el fiscal.
En Marruecos, encarcelar a alguien por una publicación no es nada nuevo. El Estado aplica una política conocida: sofocar las protestas antes de que prendan. Solo cuando la represión tiene un coste político, las autoridades escuchan. Pero aún no hemos llegado ahí.
El rey Mohamed VI intervino ante el Parlamento reconociendo la urgencia de crear empleo y mejorar la educación y la sanidad, e instó a su Gobierno a "actuar con mayor rapidez". Sin embargo, la respuesta oficial sigue siendo débil. Los tribunales siguen saturados y las cárceles llenas.
La crisis de la Generación Z ha mostrado las grietas del modelo marroquí: un Estado que promueve la modernización y la inversión extranjera, pero que sigue dejando fuera a buena parte de su juventud. Con vistas al Mundial 2030, el régimen quiere proyectar estabilidad y progreso, pero se enfrenta a un malestar social que ni la represión ni los discursos parecen capaces de silenciar.