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El profesor Rom, un ángel custodio de la Facultad de Comunicación Blanquerna y rector de la Universitat Ramon Llull, dejó de estar entre nosotros repentinamente este sábado. La muerte es nunca fácil, pero a veces es aún más devastadora cuando se siente en lugar que había sido un hogar, un refugio para miles de personas.
Recuerdo a aquellos estudiantes que hoy son diseñadores reconocidos, ejecutivos de multinacionales publicitarias, creativos en sus propias agencias o profesores en la misma facultad. Todos ellos recuerdan al profesor Rom como si fuera ayer, cuando con sus palabras influyentes y su humanismo inigualable les lanzaba un "¡Qué xaval!" que desplegaba su plenitud de comprensión hacia el mundo que él veía.
Su muerte es una tragedia, pero también es un recordatorio del legado que dejó en sus alumnos. El profesor Rom no solo era un rector o un profesor, sino un mentor, un guía y un amigo para muchos. Sus dibujos eran más que simples obras de arte; eran herramientas para entender el mundo, una forma de introspección y reflexión.
Decía Sócrates que a los profesores hay que juzgarlos por las preguntas que despiertan en sus alumnos. En este caso, la pregunta es ¿cómo vamos a seguir adelante sin ese hombre que nos inspiraba y nos guiaba? La respuesta es sencilla: debemos seguir su ejemplo, continuando con el trabajo que comenzamos bajo su liderazgo, protegido por el decano Miquel Tresserras.
Quiero agradecer a todos los profesores, estudiantes y amigos del profesor Rom por compartir sus recuerdos y sus historias. Su legado vivirá en nuestros corazones y en nuestras mentes. ¡Adeu, xaval!, siempre recordaremos tus palabras de aliento y tu humanismo inigualable.
En la basílica de Santa María del Mar, decenas de personas se reunieron para despedirse de un hombre que nunca fue solo un profesor o rector, sino un ángel custodio que protegió a muchos. Su muerte es una pérdida irreparable, pero su legado seguirá viviendo en nosotros.
Recuerdo a aquellos estudiantes que hoy son diseñadores reconocidos, ejecutivos de multinacionales publicitarias, creativos en sus propias agencias o profesores en la misma facultad. Todos ellos recuerdan al profesor Rom como si fuera ayer, cuando con sus palabras influyentes y su humanismo inigualable les lanzaba un "¡Qué xaval!" que desplegaba su plenitud de comprensión hacia el mundo que él veía.
Su muerte es una tragedia, pero también es un recordatorio del legado que dejó en sus alumnos. El profesor Rom no solo era un rector o un profesor, sino un mentor, un guía y un amigo para muchos. Sus dibujos eran más que simples obras de arte; eran herramientas para entender el mundo, una forma de introspección y reflexión.
Decía Sócrates que a los profesores hay que juzgarlos por las preguntas que despiertan en sus alumnos. En este caso, la pregunta es ¿cómo vamos a seguir adelante sin ese hombre que nos inspiraba y nos guiaba? La respuesta es sencilla: debemos seguir su ejemplo, continuando con el trabajo que comenzamos bajo su liderazgo, protegido por el decano Miquel Tresserras.
Quiero agradecer a todos los profesores, estudiantes y amigos del profesor Rom por compartir sus recuerdos y sus historias. Su legado vivirá en nuestros corazones y en nuestras mentes. ¡Adeu, xaval!, siempre recordaremos tus palabras de aliento y tu humanismo inigualable.
En la basílica de Santa María del Mar, decenas de personas se reunieron para despedirse de un hombre que nunca fue solo un profesor o rector, sino un ángel custodio que protegió a muchos. Su muerte es una pérdida irreparable, pero su legado seguirá viviendo en nosotros.