CulturaCriolla
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La central nuclear de Almaraz, un símbolo de divisiones regionales.
Las empresas que poseen esta planta nuclear están presionando al Gobierno para que le proporcione una prórroga a su vida útil, aunque en realidad ya han obtenido la orden ministerial para el cese definitivo del reactor.
El motivo es que las 4.000 familias afectadas por este proceso temen perder sus empleos y, peor aún, su futuro en Extremadura. Es como si estuvieran atrapados entre dos llamas: no saben qué es lo mejor, mantener la planta nuclear o dejarla ir a verterse a la energía renovable.
"Los extremeños somos una gente fuerte", afirma el alcalde de Belvís de Monroy, quien también trabaja como técnico radiológico en Almaraz.
"Vivimos con miedo al reloj", añade. Es como si ya hubieran aprendido a vivir con la central nuclear y ahora temen que esta experiencia les sea recobrada.
Pero no es solo el cierre de la planta lo que genera preocupación, sino también las negociaciones entre el Gobierno y las empresas propietarias para encontrar un sustituto laboral.
"Las industrias que vengan deben ser complementarias a la central", afirma. "No podemos quitar para poner".
Los políticos extremeños están unidos en este momento, tanto dentro del PSOE como de los Partidos Populares.
"Extremadura tiene un millón de votos", recuerda. "Esto es donde les importa a ellos".
Pero la verdad es que el Gobierno no ha mostrado interés en escuchar las preocupaciones de esta región.
"Nos presentamos en Madrid varias veces", recuerda el alcalde. "No nos han querido recibir".
Las empresas que poseen esta planta nuclear están presionando al Gobierno para que le proporcione una prórroga a su vida útil, aunque en realidad ya han obtenido la orden ministerial para el cese definitivo del reactor.
El motivo es que las 4.000 familias afectadas por este proceso temen perder sus empleos y, peor aún, su futuro en Extremadura. Es como si estuvieran atrapados entre dos llamas: no saben qué es lo mejor, mantener la planta nuclear o dejarla ir a verterse a la energía renovable.
"Los extremeños somos una gente fuerte", afirma el alcalde de Belvís de Monroy, quien también trabaja como técnico radiológico en Almaraz.
"Vivimos con miedo al reloj", añade. Es como si ya hubieran aprendido a vivir con la central nuclear y ahora temen que esta experiencia les sea recobrada.
Pero no es solo el cierre de la planta lo que genera preocupación, sino también las negociaciones entre el Gobierno y las empresas propietarias para encontrar un sustituto laboral.
"Las industrias que vengan deben ser complementarias a la central", afirma. "No podemos quitar para poner".
Los políticos extremeños están unidos en este momento, tanto dentro del PSOE como de los Partidos Populares.
"Extremadura tiene un millón de votos", recuerda. "Esto es donde les importa a ellos".
Pero la verdad es que el Gobierno no ha mostrado interés en escuchar las preocupaciones de esta región.
"Nos presentamos en Madrid varias veces", recuerda el alcalde. "No nos han querido recibir".