En un día 35,7 millones de años atrás, Rusia recibió un golpe que cambiaría su historia. Un asteroide de más de cinco kilómetros de ancho impactó contra la Tierra con una velocidad de 20 kilómetros por segundo, creando el cráter Popigai. Este evento fue tan violento que expulsó millones de toneladas de material al aire y dejó un huésped en la Tierra, que sería uno de los más grandes del mundo.
El impacto causó una onda expansiva que excavó un cráter de casi 100 kilómetros de diámetro. El Chicxulub en México, el Sudbury en Canadá y el Vredefort de Sudáfrica son las dos grandes competidoras, pero solo el Popigai ha sobrevivido con relativamente pocos cambios. La NASA describe al cráter como uno de los mejor conservados del mundo, aún visible en un mapa topográfico a 200 metros de profundidad.
Pero este cráter no es solo una curiosidad para los científicos. Su impacto fue tan violento que fundió la roca y convirtió en lava una cantidad del orden de 1.500 a 2.000 kilómetros cúbicos, o alrededor de 5 billones de toneladas. Un estudio incluso encontró que las piedras que llovieron del cielo llegaron hasta Italia.
La roca fundida se arrojó muy lejos, unos 5.000 kilómetros de distancia, y en el punto de impacto la presión aumentó a unos 600 gigapascales, o 6 millones de atmósferas, en una fracción de segundo. El cráter Popigai se encuentra en el borde noreste del escudo de Anabar, donde se encuentran rocas grafíticas y sedimentarias.
En este lugar, se descubrió un gran depósito de diamantes, una sorpresa que no fue bien recibida por la Unión Soviética. Según un artículo científico de 2000, el impacto del asteroide fundió 1.750 kilómetros cúbicos de rocas y transformó instantáneamente las láminas de grafito en diamantes. Estos se formaron en una capa hemisférica de aproximadamente 1,6 kilómetros de espesor a unos 12 o 13 kilómetros del lugar del impacto.
Pero el cráter Popigai es más que solo un depósito de diamantes. Es un recordatorio de la violenta historia de nuestro planeta y de cómo las colisiones celestes pueden cambiar el curso de la Tierra.
El impacto causó una onda expansiva que excavó un cráter de casi 100 kilómetros de diámetro. El Chicxulub en México, el Sudbury en Canadá y el Vredefort de Sudáfrica son las dos grandes competidoras, pero solo el Popigai ha sobrevivido con relativamente pocos cambios. La NASA describe al cráter como uno de los mejor conservados del mundo, aún visible en un mapa topográfico a 200 metros de profundidad.
Pero este cráter no es solo una curiosidad para los científicos. Su impacto fue tan violento que fundió la roca y convirtió en lava una cantidad del orden de 1.500 a 2.000 kilómetros cúbicos, o alrededor de 5 billones de toneladas. Un estudio incluso encontró que las piedras que llovieron del cielo llegaron hasta Italia.
La roca fundida se arrojó muy lejos, unos 5.000 kilómetros de distancia, y en el punto de impacto la presión aumentó a unos 600 gigapascales, o 6 millones de atmósferas, en una fracción de segundo. El cráter Popigai se encuentra en el borde noreste del escudo de Anabar, donde se encuentran rocas grafíticas y sedimentarias.
En este lugar, se descubrió un gran depósito de diamantes, una sorpresa que no fue bien recibida por la Unión Soviética. Según un artículo científico de 2000, el impacto del asteroide fundió 1.750 kilómetros cúbicos de rocas y transformó instantáneamente las láminas de grafito en diamantes. Estos se formaron en una capa hemisférica de aproximadamente 1,6 kilómetros de espesor a unos 12 o 13 kilómetros del lugar del impacto.
Pero el cráter Popigai es más que solo un depósito de diamantes. Es un recordatorio de la violenta historia de nuestro planeta y de cómo las colisiones celestes pueden cambiar el curso de la Tierra.